HOY, el medio ambiente, tiende a hacernos Creer que « el extranjero » ha inventado las fórmulas, « Picasso o Miró son franceses », « Buñuel es mejicano », « Casais u Ochoa son norteamericanos », etcétera.
Quisiera guardar toda la calma necesaria a pesar de la irritación que me causa tratar este tema. Durante años la sociedad española rechazó a estos hombres, o alternó hacia ellos el insulto y el silencio. En el mejor de los casos se les tachó de afrancesados, de europeizantes, de renegados… ahora, al cabo de los años mil, empiezan a acordarse de ellos.
¿Esta lección ha servido para algo?: No. Hoy al artista que renueva los cimientos del arte se le acoge como en su día al joven Picasso.
Se comprende que esta sociedad encuentre el dinero necesario para adquirir a los atletas extranjeros de valía, pero si paralelamente no puede subvencionar las investigaciones de Ochoa, que nadie se escandalice cuando se nos dice en Praga o Estocolmo « Ochoa es un sabio norteamericano ».
La sociedad española desprecia a sus mejores miembros, o les hace la vida imposible hasta abocarles a la emigración, para, más tarde, reivindicarles… demasiado tarde; cuando ya los laureles internacionales son una garantía suficiente.
Por ejemplo, hoy Falla es el músico respetado y apreciado; es, en definitiva, « un valor nacional ». Cuando en 1919, por un azar inexplicable, recibe el Premio Nacional con la « Vida Breve », que lleva como consecuencia el estreno de la obra en el Teatro Real, se encuentra con que la dirección del teatro tras diversas cortapisas inventa la más humillante: la obra será estrenada a condición de que se dé traducida al italiano. (El libreto lo había escrito Carlos Fernández Shaw). Una obra fruto de la colaboración de dos españoles hubiera tenido que estrenarse en Madrid… en italiano. Falla se negó a semejante zamarrada. Su estreno se hizo, pues, casi simultáneamente en Niza y en París. Y Falla murió, pobre y maldito, sin haber visto una sola obra suya en el Teatro Real. Pasan los años y la misma sociedad que entorpeció su obra le convierte en « músico nacional ». Por fin se decide que el Teatro Real dé una obra suya; quizá irónicamente se elige « Suite-homenaje ». Como lo indica el título Falla rinde homenaje a sus cuatro maestros: Arbós, Debussy, Dukas y Pedrell… autores que nunca vieron nada suyo en el Teatro Real.
Y es que las bases de la sociedad española son: la timidez, la incultura, el patrioterismo, la mediocridad y la ignorancia.
Hoy, Picasso y Falla sirven para impedir el progreso de nuevos artistas comparables a ellos. Se les ensalza para tener una coartada, una prueba de « buen gusto y progreso » que libere de los deberes que la cultura trae consigo.
Esta sociedad no sólo se refocila en su ignorancia sino que la cultiva. A los autores más trascendentes y ambiciosos de nuestro siglo desde Breton hasta Kafka, pasando por Joyce, el novelista Beckett y Sartre, hay que leerlos en ediciones argentinas o mejicanas. Es una sociedad que se conforma con un cine mutilado y que desconoce a Eisenstein. Durante años vivió sin Lorca — »La casa de Bernarda Alba » que se ha dado en los principales teatros del mundo, Madrid la estrenó hace dos años—. Y sólo hace unos meses (gracias a una admirable versión de Buero Vallejo) conoció a Bertolt Brecht.
Veamos lo que hoy sucede en tres ramas del arte:
—En el campo de la pintura Saura que ha recibido los galardones más señalados de la época (Carnegie, Guggenheim, Lugano, etcétera) es silenciado o atacado casi sistemáticamente. Los comentarios que acogieron su primera exposición con el Paso en 1958 en Madrid son un modelo de nesciencia y alpabarda. Al pintor no le amilanaron las críticas, se encerró en París en su estudio y allí durante años pintó, leyó y frecuentó a Breton y a Dalí, a Mathieu y a Buñuel. Ahora que sus cuadros se venden a precios fabulosos, sólo cuatro de entre ellos se encuentran en colecciones españolas. Y a la hora de decorar el Teatro Real, en vez de llamar a Tapies o a Saura o a Ibarrola, se prefirió a un hombre aplicado y de buena voluntad pero tan desconocido en el mundo cómo de escasa calidad. Mientras tanto Saura no cesa de recibir encargos en el mundo entero. ¡Qué sorpresa cuando los turistas nos enseñen que Saura es sueco o canadiense!
—Luis de Pablo es el músico español que la opinión mundial compara a los mejores, a Boulez, a Stockhausen, a Xenaquis… pero nadie se ha acordado de él para inaugurar el Teatro Real. ¿Y cómo podía ser de otra manera si sus obras se interpretan siempre en principio de programa, mientras los espectadores se quitan los abrigos?. Cuando en 1958 el Palacio de la Música dio la primera audición de sus « Invenciones de Orquesta », se condenó unánimemente y entre burlas, las audacias de un joven « original » e « indocumentado ». Aquel joven era sin embargo uno de los pocos españoles que seguía la música universal paso a paso; ideó un complicadísimo sistema para poder recibir con el mínimo de gastos las partituras modernas del mundo entero, partituras que tenían signos incomprensibles y que nadie en su país podía explicarse. Por fin este hombre va a poder componer y estudiar con « todo » a su disposición: un mecenas « extranjero » le ha invitado a que pase un año en Berlín. Que nadie se llame a engaño cuando se nos diga que Luis de Pablo es berlinés. ¿Es necesario añadir que no hay en España ningún disco suyo?
—¿Y en el mundo del teatro? Siento algo peor que la indignación cuando pienso que Valle Inclán murió sin ver sus piezas representadas en España, cuando considero que Madrid ha representado sus obras con un retraso acongojante con respecto al extranjero, y cuando compruebo que, paralelamente, las piececillas más en desuso, más ignoradas por el mundo, pueden llenar el vacío que impone esta sociedad. Y aquí tengo que hablar de mí. Yo soy un autor dramático que España desconoce… y con razón, tras diez años de estrenos « jamás » en; España se ha representado una obra mía (no hablo de las funcioncitas, únicas, que ha podido dar algún grupo de aficionados). Como a Saura y como a Luis de Pablo a mí también se me acusa de extranjerizante, de « original » y de « ignorante ». Cuando en 1958 el Teatro de cámara Dido de Madrid dio, en representación única, mi « Triciclo » se me condenó sin remisión y se me tachó de desconocedor de « la carpintería teatral ». Hacía años que (¿es necesario precisarlo?) dedicado día y noche al teatro, estaba en contacto epistolar con los animadores más conspicuos del momento. ¿Será de extrañar que un observador internacional que ve mis obras representadas en el mundo entero pero nunca en Madrid, y que anota que de mis siete libros sólo uno y medio está publicado en España me crea inglés, o checo, o japonés?.
Esta sociedad española que nos rechaza concilia su amor repentino por Picasso. Falla y Valle Inclán, con su pasión por toda forma sansirolé de arte. El genio de los hombres de aquí y ahora consiste en cerrar los oídos a la ironía general y abrir los ojos muy grandes para concebir (como en su día lo hicieron Miró y Buñuel, Casais y Picasso) el arte de hoy o de mañana.
Esta sociedad que nos condena o nos silencia probablemente tenga razón: nuestra posición de apariencia puramente artística es subversiva, este amor nuestro al arte nace de nuestra pasión por la libertad y de un deseo de que todo cambie.
Esta sociedad es, a fuerza de patrioterismo cursi, la más antipatriótica que conozco. Y voy a decir lo peor: esta sociedad nos enseña (como un día lo hizo con los mejores de nuestros mayores) que podemos prescindir de España…
(Nota final: A pesar de haber coincidido tanto espiritualmente en nuestras vidas—aunque sólo sea por los pateos con que se acogieron en Madrid nuestras primeras manifestaciones en el año 1958— sólo hace unas semanas que he conocido a Luis de Pablo y a Saura. Hemos decidido hacer una « ópera pánica » o una « antiópera » en colaboración: música de Luis de Pablo, decorados de Saura y texto mío. Inmediatamente hemos recibido proposiciones de teatros alemanes y franceses para hacer la creación mundial… por descontado ninguna española. Pero si un día nuestra obra se estrena en Madrid ¿no nos exigirán, como a Falla, que la traduzcamos al italiano?. ¡Qué triste es todo esto!).
ARRABAL
París, 1966.