Arrabal Fernando

LOS PÁJAROS HABLAN YA CON MARGARITA

FERNANDO ARRABAL
19 DE DICIEMBRE 1987

Version espagnole

EN mi postrera charla con Marguerite Yourcenar sin poner paño al púlpito, hablamos de alquimia. Abro un paréntesis para decir que Rueda Fortuna ha querido que conozca a muchos de los mayúsculos personajes de hoy; gracias a este privilegio inmerecido he podido verificar que la inteligencia más alta la he hallado (por encima de los Breton, Foucault o Dalí) en tres mujeres serenas: Marguerite Yourcenar, Luce Moreau y Nathalie Sarraute. Las tres, flemáticas y cariparejas, confiesan su devoción por los análisis claros y precisos

Marguerite Yourcenar, a propósito de la figura medieval de la «Virgen roja» me hizo ver las diferencias que para ella existían entre la «kábala» y la cábala, tanto desde el punto de vista fonético como hermético. La «kábala» le interesaba por su perspicaz estudio y exégesis de los textos Bíblicos y talmúdicos; la cábala, por su parte, se propone la hazaña intelectual de darnos al fin las llaves de los libros herméticos.

Le apasionaba sobremanera, por ello, la lengua de los pájaros: con la cual se comunican estos animales. Este conjunto de signos sonoros que el hombre intenta captar desde el Homus erectus (Adán y Eva) y que forman un lenguaje secreto. Le parecía evidente que este sutil sistema de comunicación tuviera una analogía con el hermetismo, pero también con la ciencia.

La sagacidad luminosa de Marguerite Yourcenar la impulsaba no tan sólo al conocimiento inteligente, sino a buscar el misterio de la verdad y la magia secreta de la bondad.

Naturalmente, también se interesaba por la novela de caballería española, ese conjunto de libros alquimistas únicos escritos en su mayoría en Ciudad Rodrigo. Los caballeros andantes se relacionaban con sus monturas a través de una lengua también hermética y derivada de la de los pájaros: la lengua del caballo.

Como Luce Moreau, Marguerite Yourcenar tenía en la más alta consideración a la bondad. Me atrevería a decir que, sin embargo, no logró como la primera -u n a auténtica santa- vivir bondadosamente sin esfuerzo. Marguerite Yourcenar, tan bizarra y animosa como Teresa de Ávila, pugnaba por conocer la gracia de Francisco de Asís o de los adeptos de la alquimia como Fulcanelli.

Margarita, en lenguaje alquimista, es la perla filosófica y se asimila al alma humana. Las bienaventuradas, encerradas en la perla de su ánima, van al paraíso por los siglos de los siglos.

Marguerite Yourcenar acaba de subir al cielo. Ahora ya escuchará la más deliciosa música celestial. Y por fin logrará descifrar cada una de las sagaces frases del lenguaje de los pájaros.