Arrabal Fernando

PISANDO LA COLA DEL LEÓN

FERNANDO ARRABAL
1 DE MARZO DE 1996

Version espagnole

¡CÓMO comprendo a ese corro de valientes que forma la mayoría de mis colegas! Asustados, se han estremecido: un exrector de Universidad tuvo la osadía de invitarles a desayunar en el Ritz el día 20. ¡Un hombre de centro! ¡Es decir, de derecha! Todo lo que no es de izquierda es derecha. Los glóbulos rojos ven más allá de sus varices.

«La derecha» ¡Es el mal! Se debe pronunciar la palabra «derecha» sobreacentuando la segunda sílaba. Expeliendo el vocablo con asco y amenaza. Se recomienda engrudarle adjetivos como «capitalista», «fascista», «conservadora» o «reaccionaria» Tratándose de la derecha española se impone la coletilla: «la más reaccionaria de Europa» o… ¿por qué no? «¡del mundo!» ¡Y sin pedir peras al colmo!

Encierra la voz «derecha» a Belcebú, a lo incomprensible, a Hitler, a Pedro Botero, a lo inhumano, a Franco, a Lucifer, a la ofuscación y a Torquemada. «¡Vade retro, Satanás!»

Con razón temían los corajudos invitados del Ritz que, desayunándose la izquierda con la noticia del piscolabis, les expulsara del olimpo. ¡Por voluntad de los trabajadores! ¡«Manu militari» con la ayuda de los quintos de la quinta columna!

Fuera de esta iglesia nadie puede salvarse. Los impíos, los sarracenos, los «menos que nada»…, en una palabra, «los intelectuales de derecha» son enfermos contagiosos. Ni tan siquiera los intelectuales obesos de izquierda pueden hacer la vista gorda.

No hay que mostrarse junto a un intelectual de derecha. Si aún quedan tras la depuración. Están infectados. No hay que tratar con ellos. Como se hizo con los tuberculosos de mi adolescencia, con las putas del XIX o con los narcotraficantes de hoy.

Porque un intelectual de derecha es peor que un narcotraficante. ¡Es un narcotraficante de derecha! Los narcotraficantes de izquierda son solamente terroristas.

La izquierda anuncia la Tierra de Promisión. Para todos. Incluso para aquellos onanistas que les basta con lo que llevan entre manos. En la izquierda se celebra la comunión de los santos. De los paladines de los derechos del hombre… ¡y de la mujer! La izquierda reúne a los únicos seres sensibles al sufrimiento humano. ¡El Campesino, Líster, Stalin, Mao, Castro, Pasionaria, Pol Pot y tantos otros humanistas!

La derecha, insensible al dolor, se caracteriza, además, por su «inmovilismo»… ¡decimonónico! La izquierda, ella sí, marcha unida, por eso ¡nunca será vencida!

La izquierda manifiesta, ¡como un solo hombre! (mujeres incluidas). Para conseguir las treinta y cinco horas, la relectura de Marx, la justicia social, las nuevas quimeras o las viejas utopías. Desafiando el vértigo con la sartén por el tango.

¡Todos unidos! Desde la KAS (Coordinadora Abertzale Socialista) hasta el PSOE, desde los exnacional-socialistas hasta los exnacional-sindicalistas, desde los senderistas luminosos hasta los oscuros leninistas. ¡Todos manifestando! En vez de «¡a las barricadas!», «¡a la puerta del Sol!»… que más calienta.

Sólo a escandalosos provocadores de derechas les entran ganas de untar de aceite ricino la hostias de la izquierda pura y dura. O de mearse en las pilas del agua bendita del porvenir radiante de la izquierda. Los más ácratas mojan la oreja al rojo vivo.

La derecha no es seria. La izquierda, ¡sí! No hay originales paseístas en sus filas. Con razón: el intelectual de izquierdas tiene que dormir sin cerrar los ojos. Un liberal oportunista de derechas podría aprovechar su sueño para cocer las masas laboriosas al baño María con un ancla de torpedero.

El tribuno de izquierda se dirige a las muchedumbres: «Sois de izquierdas, ¿sí o no?». (Contó el lance ya Cervantes en el «Retablo de las maravillas»). Sólo espíritus frívolos, forzosamente de derechas, ansían oír una respuesta «contranatura»: una voz que tras el multitudinario sí dijera: ¡Pues yo no! a lo «valle-inclán».

Muchos de los intelectuales de izquierda hacen don de su talento al partido. El poder les premia como se merecen. Se convierten en simpáticas vacas sagradas con el rabo entre las piernas.

Algún intelectual sin conciencia de clase ha terminado por no soportar el olor a botafumeiro de las sacristías del poder cultural de izquierdas. Se han largado para respirar libremente, ¡a espaldas de la clase trabajadora! ¡Parásitos! Libres quizá, ¡pero solitarios! «¡Dios mío, qué solos se quedan los vivos!».

El intelectual de izquierdas que deja de serlo cae en la abominación, ¡en el Sahara! ¿Quién no comprenderá a los invitados del Ritz? Son intelectuales del pueblo, de los pobres, de la izquierda. Por lo tanto, inteligentes, formidables artistas y de gran corazón. ¿Podrían, voluntariamente, darse de baja de semejante bicoca aceptando un simple desayuno en el Ritz? Qué razón tenían los camaradas soviéticos al encerrar a los disidentes en hospitales psiquiátricos. ¿Quién puede dudar de que estaban locos?

Conozco a un loco suicida, ¡sin partido! Capaz de no esperar a que muera el león para pisarle la cola. En tiempos de Franco, inconsciente, le cantó las cuarenta al Caudillo. ¡Qué demencia!

Hubo valientes de entonces que para mayor eficacia «posibilista» se negaron a desayunar con él. ¡Ni una porra se atrevieron a aceptar de su mano! Qué digo yo, ¡ni un churro!

Uno de los mandos del poder cultural de entonces le previno: «No hagas esa locura, no atravieses esa línea, te tendremos que excluir».

El loco replicó: «¡Hace tanto que me excluí yo solo! No conozco tabúes, curas, maestros o partidos». Para escarnio de los biempensantes va por el mundo tan tranquilo, sin canguelo, sin consignas, sin esconder sus pecaminosas ideas.

Es capaz de decir barbaridades como que González y Anguita son los líderes más conservadores e intervencionistas que se presentan a las elecciones del 3 de marzo. Que el nacional-sindicalismo franquista es de la misma camada que el socialismo «obrero español». Sin preocuparse por saber si sus opiniones contradicen o no el sermón del partido del orden. ¡Libre! ¡Inocente!