Arrabal Fernando

…Y NADIE MATÓ A NADIE EN MAYO-DEL-68

FERNANDO ARRABAL
16 DE MAYO DE 1998

Version espagnole

MI gabinete de prensa ha comenzado a divulgar esta nota:

«En respuesta a su amable e-mail del… tengo el honor de comunicarle que a Fernando Arrabal la celebración de mayo-del-68 le importa un rábano. Confío en que cualquiera de aquellos que siguieron, desde su mesa camilla, manifestaciones y ocupaciones, pueda darle una versión infinitamente más excitante que la que le ofrecería un simple participante (¡tan particular!) En espera de que duerma bien, le saludo despierta. La Jefa de Sección».

Sin embargo rompo el silencio, aquí, para contar lo que realmente sucedió en mayo-del-68. No sin reconocer que la anormalidad sólo es una variante ¡de la normalidad!

Durante aquel inolvidable mes flotaba yo como un corcho en el mar inconsciente de mi destino. Entre otras gestas (¡sin gastos!) ocupé en solitario el Colegio de España; con ayuda de Copi exangüe (¡pero exacto!) el teatro de la Cité Universitaire; y al mando de un puñado de pánicos el teatro del Odeón. Se desea por esencia lo que comporta peligro. Actué temerariamente, sin dejarme asustar por los tiestos que se alzaron amenazantes a mi paso (¡hasta en mi piso!).

Mayo-del-68 comenzó ¡el 22 de marzo! Aquel día, en vez de ir a almorzar con los sosos parroquianos del «Comité Vietnam» tomé la palabra en la Universidad de Nanterre. Con la imaginación experimenté, como siempre, lo nuevo. No vi la necesidad de que se me comprendiera. No así Cohn Bendit.

Salvajes y sin camuflajes una hora después ocupamos las oficinas de la Universidad. Fundé con lirismo y heroísmo el Corro de rabiosos en homenaje a El rey que rabió. (Mis leales han pasado a la historia traducidos malamente al francés por les enragés). Los militantes se impusieron la vulgar enseña de Mouvement du 22 mars. Hubiera despedido menos tufo político el Mouvement du 31 février. Las cosas no existen hasta que no se les nombra. Pero a veces al nombrarlas desaparecen.

Para intimidarnos nos asignaron policías de mal agüero y peor disfraz. Sólo sabían repetir gamberradas a tumba abierta. Se las aprendían de memoria para que les tocara la lotería. El lenguaje del verdugo es el discurso justificativo que el poder da a su violencia.

Esquivándoles llegué al Barrio Latino. Y era ya ¡el 10 de mayo! La construcción de la primera barricada, la recuerdo como si fuera hoy. Con mis amigos, a falta de anclas, levantamos adoquines. Y debajo de ellos asomó la playa… ¡Vaya! me dije. Allí, en paz conmigo mismo, soñaba con una vida en la que todo fuera posible. Escribí divinamente sin preocuparme de cosas tan subalternas como la política.

Muy cerca del Instituto Hispánico, los pánicos (nos encantaban las paronomasias) construimos otra barricada. Un machista titista plantó las bragas negras de la «Puritana anglicana» en lo alto de un palo. El «Doctor de la Pampa» a la vista de la prenda enhiesta, se enamoró rabiosamente de la bellísima joven. Pero sin cesar de lanzar contra las fuerzas del orden cócteles-molotov (ni de beber otros más tónicos). Permitiéndome descubrir (entre tragos y cargas) otra paradoja: la del conocimiento ¡que se conoce a sí mismo!

Al amanecer me aplaudieron a rabiar en la bacanal que se celebró en los sótanos de la Sorbona para festejar aquella primera noche. Yo practiqué la perversión más inaudita (entre desnuditas): la castidad. Por los ventanucos los militantes vieron el resplandor de los coches ardiendo y el radiante porvenir de la humanidad. Las ideas estéticas son símbolos de las racionales y las instintivas de las artísticas.

Al día siguiente, sin el más mínimo respeto (fue palabra abolida en mayo-del-68) saltaron en paracaídas dos mulas-de-trilla. ¡En plena playa artificial parisiense!… otra insensatez del KGB y de la CÍA. Eran capaces de disfrazar a plebeyas sicarias de forma tan agrícola. El desconcierto en el mundo de la Justicia fue aún peor. Los jueces, por ejemplo, se llegaron a creer que ellos mismos se pasaban el día fornicando con terroristas… ¡y viceversa! Los más soportaban una filosofía sin rigor (objetiva y ecléctica) y hasta una ética sin juicio crítico.

Las matemáticas más absurdas y penetrantes florecieron en mayo-del-68: Mi amiga rentista (¡muy lista!) tras un rápido cálculo descubrió que repartidas (¡ya!) entre los terráqueos las riquezas de empresas y Estados… no tocaría a millón y medio de dólares por cabeza. Se le impidió brutalmente que proclamara la buena nueva. Años más tarde hicieron algo más eficaz: la tacharon de fabulista anarquista y de liberalista liberal. Es sabido que la apariencia sólo es un error de los sentidos.

Al «Doctor de la Pampa» siempre con su bata blanca y su estetoscopio, le encargué la enfermería del Odeón. Se instaló en los pasillos del tercer piso. Y mientras tanto las granadas lacrimógenas (¿por qué no hilarantes?) no cesaban de llover graciosamente ni yo de escribir a moco tendido. La raíz de lo que me deslumbraba se hallaba en mi corazón.

Toda pasión supone un juego con la muerte. (Como anuncié, con el stalinoe Kojève, mayo-del-68 no fue una revolución: «¡Nadie mató a nadie!»). Las fuerzas del orden cercaron el último bastión que, con los míos (¡y sus tíos!) mantenía «liberado» el Odeón. Fuimos atacados a traición desde la calle Medicis. Eran las 9 en punto de la mañana. Sin perder un minuto la bellísima anglicana le dio calabazas al «Doctor de la Pampa». El médico trastornado por los celos se despojó de la bata blanca y del estetoscopio y me dijo (no hay verdad humilde):

-Soy un falso doctor y un verdadero agente doble. ¡Por lo menos! Vivo, desde hace años, a cuenta de los informes que suministro, entre otros al contraespionaje francés. Y lo peor: no soy argentino como presumo de serlo, sino tan sólo ¡ecuatoriano!

El azar es un determinismo tan chusco que se comporta como si lo hiciera aposta. Apenas había concluido el seudoctor su confesión que la gendarmería entró en el teatro.

Era el 14 de junio: la policía echaba definitivamente el telón (en el Odeón) a ¡mayo-del-68! Luego se alzaría repetidas veces para representar obras pánicas ¡e hispánicas!

La historia prueba que no es una ciencia al ser irrepetible. Todo lo que se añada a la de mayo-del-68 sólo será… ¡literatura!