Arrabal Fernando

EL MISIONARIO IMPOSIBLE

FERNANDO ARRABAL
13 DE AGOSTO DE 2000

Version espagnole

TOM Cruise (léase ¡y dígase! Cruz) veraneando, al borde del abismo, tanto se divierte que da gusto (¡y susto!) verle. A poco de comenzar sus vacaciones, se columpia crucificado y fumado por un cristiano hong- kongués. Este chino de Hollywood le bambolea en el gólgota de los vahídos a los pies de un despeñaperros. Cruz, en vez de andar sobre las aguas, lo hace por el aire: es el peatón de peana.

En sus semanitas veraniegas el sonriente (a sol y sombra) Cruz salta de roca en roca. Vertiginosamente, juguetea en las Rocosas, sin que se pueda dilucidar si asciende o levita. Para mayor confusión, en cuanto se cansa, descansa en posición fetal o escatológica (con toda lógica). Además de vacacionista americano, Cruz es escalador a mano y sin servicios.

En plena ascensión a los cielos un helicóptero de buen-agüero y de mala-nueva le dispara a boca-piedra un obús de juguete. El deber le reclama con el oráculo con gafas explosivas. Y es el descenso de las alturas.

El disciplinado misionero Cruz, dejándolo todo piernas arriba, se ve obligado a realizar una nueva misión imposible. Cual jinete mitológico con ramos de amante de bolsillo, se lanza a la persecución y derribo de la infecta Quimera.

Este inmundo Virus se ha convertido en plaga de laboratorio capaz de contagiar al mundo entero. Provoca una angustia microscópica pero infinita. Es la fracción inefable e irreal de la enfermedad incurable y virtual.

Esta fantástica y fantasmal epidemia capitalista hasta la punta del microscopio, la desencadena Quimera. Un Virus tan sin patria y sin honor que parece inventado por los charlatanes «humaneros» de la bolsa o la vida. En realidad es peor aún: imaginemos que existiera, de verdad, el virus con el que soñamos en nuestras pesadillas y que los sabios (de cretinos resabios) describen en las gacetillas.

Al quimérico Virus le protege un proxeneta y padrino asombroso, apellidado Ambrose y Sean (¡así sea!) de nombre de pila. Es el diablo antipático del continente antípoda; el satán de todas las Bolsas y «options» el amante XXL con cama al borde de invernadero y besos en espiral, como la tripa patafísica del Pére Ubu.

Don Sean es, para mayor pavor del espectador, el doble de quita y pon de Cruz, pues dispone para ello de una máscara adaptable de goma con esparadrapo al cuello. A pesar de que es tan australiano como su rival es americano, logra que su acento rocoso y meridional se confunda con el del misionero imposible. Pero como es un roble avieso, cuando recibe a su amada ganas le entran de estrangularla con su pañuelo de gasa. ¡Y no en guasa! ¡Es malísimo!

Sean simboliza el ángel caído ¿Desde las mismas montañas empinadas y rocosas en donde Cruz en el aire vacilaba? (¡Qué rico vacilón!) Es el diablo capaz de controlar la salud de todos los humanos y las stock-options de todos los paganos.

Homero con la Ilíada suministra la leyenda mitológica que sustenta el film, y que forja la cruzada de Cruz para destruir la Quimera del virus letal, y la Quimera de la utopía mortal.

La Quimera era el monstruo de la demagogia, aterrorizaba a los que no creían en sus planes panaceas vomitándoles llamas. Como todas las utopías era una mala bestia, y además una depravada nota y una depredadora nata. Y el que lo dude, que recuerde los campos de concentración y exterminio.

La Quimera era hija de Tifón -como su nombre indica- y de la Víbora -como su veneno rúbrica- De ella heredó no sólo su culo, sino también toda su parte trasera. Tan horrorosa aparecía que muchos creyeron al verla que cargaba cola de dragón.

Cruz comprende que para destruir la Quimera-Virus y la Quimera-utopía requiere ayuda. Su director hong-konqués le propone que, como en el calvario, le secunde el buen ladrón de hoy: es decir una ladrona ¡tan buena! que ganas entran de comérsela a besos.

Pero la Quimera es un virus de armas tomar. Y no van a faltar; y entre ellas muchas pistolas y granadas que, manejadas por Cruz, saben volar planeando divinamente. Y para que no quepa duda, las suelen acompañar palomas aún más parsimoniosas. Como si el Espíritu Santo las desviara de la ruta de la muerte.

La ladrona colaboradora y ayudante de Cruz se llama Thandie. Y, aunque lleve el mismo apellido, no parece de la familia de Newton: su química es tan diferente y ¡su físico también!

El drama corneliano de la tan discreta Thandie le impulsa a traicionar a gusto y sin disgusto. Por amor a Cruz se convertirá en potranca de Troya, cual caballo uni-plaza con ancas de postín.

La pasión brota en Sevilla en acto de amor seco y sin prohibición. A la cama la sustituye una bañera sin agua ni líquido alguno. El misionero imposible se deja montar por la ladrona. ¡Y sin estornudar! ni cuando la pilosidad de la jineta se cuela por sus narices. ¡Pelillos a la mar!

Cruz, meritorio, no deja de pensar en su cruzada a pesar de lo que sé le cruza en su cuello. ¡Qué mejor, se dice, que inspirarme del homérico Belerofonte! Recuerda que con ayuda de un caballo alado aquel héroe, hijo de Neptuno y de Eurimeda, mató precisamente a Quimera y sin necesidad de puntilla.

Pegaso, el Picasso de la hípica pánica, era un corcel tan fabuloso que no nació del vientre de una mujer sino de la sangre derramada por la Medusa decapitada. La diosa Antea le regaló a Belerofonte una brida de oro para domar al indomable caballo alado.

A partir de esta meditación crucial (e invisible para el mirón) el guión se toma tan quimérico que permite al espectador preverlo todo. «Sorprender está al alcance de cualquiera» podría ser la divisa del hong-kongués. Por ello las palomas esquizofrénicas y las motocicletas encabritadas vuelan cuando sabemos que van a volar y casi siempre en «cámara lenta». ¿Pero por qué no se filmó toda la película con este ritmo? Hubiera durado todo el día. Brindando la felicidad de poder ver un autosacramental con autos tan vertiginosos… ¡como lentísimos!

La unión de contrarios es el alfa y omega del realizador chino Wu Yusen transfigurado en John Woo, como Theotokopulos en el Greco. El chino Wu (pero ¿quién? ¿Whoo o Woo? don Yusen W. (alias Mister John W) prafctica el conocido juego surrealista de «el uno en el otro». La de veces que estamos creyendo que un actor a cara descubierta está haciendo las mil y una cuando en realidad es su adversario a rostro tapado el que está a las mil maravillas. ¿Por qué no utilizó mil veces este truco acelerando la ceremonia de la confusión hasta límites exponenciales?

El montaje ultrarrápido se combina con la «cámara lenta». Las palomas celestiales, con el infernal restralleteo de revólveres. Para el cristiano ex-Wu, es la glosolalia musical del Espíritu Santo.

Por ello la película se alza como modelo tracaexplosivo, cohetépetardista y atronacrashante de cine para sordos como tapias. El espectador (tras lavar los calcetines de los niños) se espatarra en la poltrona de su multicinecine para no perderse ningún multiestremecimiento. Frente a la faraónica pantalla «king-size» corre en coches a mil por hora. Y se pregunta, fascinado, pero ¿se puede conducir en Andalucía a semejante velocidad arcangélica?

Belerofonte, antes de Cruz, se sirvió de una estrategia para acabar con la Quimera: lastró la punta de su lanza con plomo. Cuando la bruta Quimera se puso a echar llamas, la muy bestia murió abrasada por el plomo derretido del arma del héroe. ¿Es una parábola del fin del siglo XX y del inicio del XXI?

Hay días en que llegan los reyes magos en plenas vacaciones de verano con picassos por monturas. ¡Así «Sean»!