Arrabal Fernando

EN MEDIO DEL MUNDO

FERNANDO ARRABAL
10 DE DICIEMBRE DE 2000

Version espagnole

CELA, Kundera, Gao (sin be de burro) Ivry, Déon, Salinger ¡a mí!

A Houellebecq, abierta la veda, se le sambenita o escupe en la cara. Es el chivo expiatorio, el cabrón, para medio mundo (aunque no «en medio del mundo»… subtítulo de su último libro «Lanzarote»). Se ha transubstanciado en «acontecimiento cultural» o en «fenómeno culturalista» del universo de las Letras ¡y hasta de los letristas y letrudos! Alzados al rango de visionarios sus admiradores leyéndole tienen el sentimiento de contemplar la creación en el cuenco de la mano. Y como la letra con sangre entra sus detractores escriben: «Houellebecq, no sólo es un escritor que dice cosas asquerosas sino que además las dice asquerosamente». ¡Qué aproveche!

Levantando las manos a la cabeza el personaje central de «Lanzarote» pone a Dios por testigo. Y de manos a boca canta su cólera, sin musa ni misa, contra Bélgica: «Poco les falta a los nacionalistas extremistas para alcanzar el poder… Bélgica se ha convertido en un país delicuescente y absurdo…».

Desaparecidos los nihilistas (¡y los nihil obstat!) la Nada se ha tomado cañamazo del Todo. Tecnología y juguetes (y no sólo los teléfonos) se van miniaturizando mientras la fea geografía se fracciona y fractura. Todo se hace cada día más ligero, pero con la pesadez inaguantable de lo «mini-mini» ¡Miau! Rudi, por su parte, ruge enjaulado: «En Bélgica cada vez más, grupos de jóvenes atacan a la gente… Bruselas se ha convertido en un santuario terrorista… Los belgas son seres escatológicos y perversos que se complacen en su propia humillación… Estoy de acuerdo enteramente con este eslogan de la cultura alternativa: “Bombardear Bruselas”».

Sólo la esperanza le permite sobrevivir, pero andando sobre la cuerda floja. El Universo tan pancho, tan ancho y tan ajeno sigue reposando sobre el orden global a escala del prión o del firmamento: «Me casé con una marroquí para huir de los belgas… En Bélgica nada tenemos en común salvo la vejación y el miedo…».

«Lanzarote» del Lago como Houellebecq en “Las partículas elementales” también trató de encontrar el Grial: la panacea que hubiera permitido la regeneración… Houellebecq publicará un libro sobre la isla… ¡de Lanzarote! Escribí estas líneas, en ABC, el 7 de noviembre de ¡1998! Un año después, el 14 de diciembre de ¡1999! el narrador del libro (que acaba de aparecer en noviembre de ¡2000!) decide, desengañado, tomar una semana de vacaciones. Y ¿por qué no? en Lanzarote: «Y ¿dónde cae esa isla?».

Asistimos al embrollo sin embrague del ventrílocuo perdiendo el control de su muñeco. Al narrador los cactus le parecen repugnantes. «Se adaptan perfectamente a una geografía desesperante». Los camellos de la isla son, para él, los animales más agresivos y cardos de la creación. El oráculo pregona al currículo lo que va a suceder. Gracias a él intentamos esquivar la desgracia anunciada o la gracia anulada.

¿Podrá soportar una semana en Lanzarote? Es tan frágil la facultad que nos permite aceptar la realidad. Una noche, el narrador practica el onanismo mirando a las jovencitas que bailan rap en la televisión sin ton ni son puesto que ha bajado el sonido completamente. Luego se cae de sueño. La televisión hasta el moño le aburre y hace dormir a un santo. La clarividencia a doble cero es uno de los caracteres más sorprendentes de la ilusión. El narrador vive un entreacto tórrido y pródigo con una pareja de tríbadas valquirias. Rudi, en semejante bacanal, no asume el papel de francotirador de francachela. Cual bípedo de pro tiene el privilegio de pensar pero no el de ubicuidad mental. Es incapaz como todos de pensar en dos cosas a la vez.

Embragado con los brazos de las dos lesbianas el narrador confiesa «me doy cuenta de que empiezo a amar esta isla… Los paisajes son cada vez más impresionantes». Edipo intentó también no matar a su padre y se precipitó en la trampa del destino. La seguridad de no fallar es el ingrediente y el diente de la ilusión.

Houellebecq fotografió la isla con talento, tino y mimo sin olvidar de exponer sus «flous» ¡exponiéndose! Las predicciones se cumplen merced a los gestos que tratan de conjurarla, incluso para los cojijosos.

El intermedio sexual da paso al divino. El narrador observa displicente a un grupo religioso de la isla dirigido por un ex cronista hípico. En sus prospectos preguntan: «¿Se masturba a menudo?» «¿Ha practicado el amor en grupo?» Y comenta: «…habría podido hallar todo esto en cualquier número de “Elle”».

La historia es divina y humana (como «la Ilíada») cual fatalidad de la existencia irónica e inaccesible. Rudi escribe al narrador: «La sexualidad es una potencia superior… He decidido hacerme religioso renunciando a una forma de libertad individual… sé que el mundo lo interpretará como un dramático fracaso personal».

Lo verdadero no es verosímil a pesar de que lo verosímil no es la verdad. Llevamos en nuestros adentros a un traidor: la vanidad que desaparece a la sombra de Dios. La religión de Rudi propone la inmortalidad del cuerpo, del alma y del pensamiento gracias a la clonación. «Es la respuesta técnica y renovadora a los problemas que las demás religiones resuelven sólo de manera irracional y metafórica».

Se puede llegar al conocimiento tras caer en el abismo. Y como la realidad es una impostura y el mundo una ilusión los cofrades de Rudi organizan orgías pías. Participan en familia de este erotismo sagrado y sin consideraciones de edad, sexo, o lazos de familia. Podemos soñar contra la lógica y contra el propio pensamiento. Los viejos disponían de la belleza de la gracia porque se acercaban a Dios. Hoy la falsificación sienta plaza de autenticidad en el mejor de los mundos virtuales.

El último capítulo de «Lanzarote» acontece en el futuro, como sucedió ya en «Las partículas elementales». En pleno proceso de Rudi, por depravación sexual, el narrador va a hacer el indio en Indonesia. «No estaré presente en el momento del veredicto».

Como parábola y colofón de «Lanzarote» figura la crónica del Padre Curbado (cura de la parroquia de Yaiza) sobre el cataclismo de lava y fuego que regeneró a la isla. Ese lugar mejor situado (como dice el autor) «en medio del mundo». ¡Mejor que mejor!