EN el casino-hotel del Espejismo (alias el «Mirage») el tigre blanco ¡y turista! ni puede mirar a los mirones. Con qué rutina felina da los cuatro pasos de su eterno recorrido. Nada altera su ritmo como el del torno del cacharrero ateniense. Es el brevísimo trajín que únicamente le permite, entre lujos y mármoles, el angosto escaparate-jaula tan blanco… como él mismo.
Turista es una voz inglesa (tourist) que define a la persona que recorre un país «por distracción o recreo». De origen francés (tour) deriva del latín «tornare» y del griego «tornor» (el girar del tomo del alfarero) Con qué aplicación repite su itinerario forzoso el animalazo «tourist» ¡pobre animalito!
De pronto al tigre le regaló la suerte una sorpresa vestida de fantasía. Para distraer su crónico tornar y retomar una mosquita entró en su guarida forzosa. Para su felicidad su espacio tan pulcro cual sepulcro fue capaz de acoger a tan linda criatura. Ensimincrédulo observó a la forasterita durante un instante colmado de promesas. Intentó acariciarla con sus afiladas manazas. Pero de una dentellada, juguetón, se la tragó. Ahogada su fiesta, la encalabozada fiera volvió a su recorrido manido. A su tomo, como para ilustrar la parábola de la fortuna y el turista. jY en Las Vegas!
Los espectadores del brevísimo recreo de tigre, casi todos blancos -y turistas también- retornaron a sus máquinas tragaperras. Y al constante vaivén autista que no interrumpiría una mosquita sino un «jackpot» como un espejismo.
Precisamente en la raya del Espejismo se halla otro palacio de Las Vegas: el hotel-casino de César. Donde, («ad hoc, obviously») el emperador romano recibe estatuizado, a caballo o a pie, al jugador desde las entradas. ¿O son vomitorios? Para Julio César Fortuna era su abogada, su patrona y… «quae plurimun potest» (¡para entendernos!).
En el palacio que lleva su nombre, hay un cuarto para bailar -un «ballroom»- entre tantos otros. ¿Mil? En el segundo piso (que parece un cuarto) y en uno de esos cuartos se juega el campeonato del mundo de ajedrez. Por tres millones de dólares y para un puñado de espectadores. Cuatro siglos después de que Lope escribiera «La fortuna merecida» ¡una comedia!
En el ajedrez se trenzan la fortuna y la concentración. Es decir el azar y la memoria. Juego pánico, y nada púnico, para turistas o no, donde el tiempo es una dimensión tan indefinible que aparecía (antes) como una guillotina. Los nuevos relojes (dignos del Valle-de Joux y no de Valle Inclán) han dinamitado la temporal jerarquía. El nuevo cálculo del tiempo es la puerta de su negación: cuántica y cuáquera, cósmica y cómica. En Las Vegas y sus vagas venturas no vivimos en la época de la teoría de conjuntos sino en la de las matemáticas fractales. Nada tan fracturado como la fortuna y el ajedrez.
Imagino una ciudad con cinco alcaldes, una «misshermosa» con cinco narices o un apolo con cinco traseros… observando la cohabitación de los cinco campeones del mundo de ajedrez de hoy. Sin, sobre todo, llegar a las manos y menos aún al tablero. Alcanzaron el campeonato y nadie les derrotó tras haberlo conseguido: «I am the best! ¡Viva yo!» Kárpov lo obtuvo en Lausana, Kaspárov en Nueva York, sin olvidar ni al campeón de Las Vegas, ni a Fischer, ni al español Alexei Shirov campeón del mundo por «espantá» de su rival.
El tigre triste (en sus trece) del Espejismo también, sin necesidad de asentar su poderío ¿se cree el más fiero en su caverna platónica de cristal y lujo? ¡Y sin probar fortuna!
Dos de los ajedrecistas entre los cuatro finalistas del campeonato del mundo de Las Vegas (el rumano de 23 años Liviu Dieter Nisipeanu y el armenio de 27 Vladimir Akopian) fueron llamados, por uno de los cinco campeones, «turistas». Con lo cual finamente quería decir que no era un campeonato del mundo digno de él. Y algunos se enfadaron. Turista evoca para ellos la «class tourist» la más barata, la «económica» (Curiosamente llamamos hoy «clase neg-ocios» (negadora de ocio) a la clase superior de los que no dan vueltas (ni «tornan» como el tigre blanco del Espejismo.
No llegaron a la final del campeonato del mundo de Las Vegas ni el primero de los concurrentes (Vladimir Kramnik) ni el tercero (Boris Gelfand) ni el cuarto (Michael Adams) sino el 36º (Akopian) y el 44º (el ruso de 33 años Alexander Jálifman) según los cánones de Elo. Por ello a la divinidad Fortuna desde Hesiodo se la representa ciega como el destino. Homero, más invidente que nunca, ni siquiera adivinó que existía. En el Espejismo para que el tigre blanco (en el tomo de alfarero) no vea que le ven los turistas de paso y pasa ¡e impar! le han cegado su celda. En su cárcel-escaparate el cristal velado le impide ver al público.
Para los romanos Miss fortuna (alias «la cochina suerte») tenía la cornucopia a mano, un pie en una rueda y el otro en el aire para simbolizar, no al equilibrista sino a la inestabilidad. Y el extranjero «turista» de Platón visitando Atenas dijo: «Casi todas las cosas humanas son hijas de la casualidad (de la fortuna)»… ¿Y no lo sería el ajedrez, la ciencia o el saber?
A mi paso por Las Vegas viví en el último palacio (el veneciano) The Venetian. Hoy ya el penúltimo tras la implantación del «París». Si por fuera este casino es una Venecia ¡de rascacielos! por dentro es una gigantesca gruta de mecano. Bajo un cielo en «trompe-l’oeil» (para que Fortuna no nuble ningún día) un gondolero lleva a los turistas bajo los puentes hasta la plaza de San Marcos. Dando vueltas en un canal auténticamente falso. Y como tigre blanco el gondolero (convertido en turista también) toma y retorna casi autista a los turistas de a pie.
En su «Lorelei» Nerval afirma: «Querría ir a Venecia con uno de nuestros más célebres turistas: Alexandre Dumas». Sin embargo «the touristas» es también la diarrea del trotamundos, la «courante» francesa o la «venganza de Montezuma».
El tigre blanco ¡y turista! sigue girando detrás de su opaco vidrio, dando pasos idénticos… ¿hasta su muerte? Mientras que Fortuna distribuye, ciegamente, bienes y males, «jackspots» y ruinas, famas e infamias. Ante tal huracán del ciego destino la voluntad es una causa necesaria y no una causa libre. Pero en Las Vegas el humanoide, turistas o mirón, ¡cómo desea convertirse en juguete de la fortuna!