Arrabal Fernando

PARÁBOLA DE LA CANTANTE ENAMORADÍSIMA... Y NEGOCIADORA

FERNANDO ARRABAL
4 DE OCTUBRE DE 1998

Version espagnole

LA famosa cantante Floria Tosca estaba enamoradísima del pintor y. revolucionario Mario Cavaradossi.

El jefe de la Policía, el barón Scarpia, sentía tanto odio por el anarquista artista como pasión por la suprema soprano:

-«Divina Tosca… cómo quisiera mi mano tu manita rozar… El amor me consume… Tus ojos, ardiendo por el encono, resplandecen. Ahora que te dispones a correr hacia tu amante, ágil como un leopardo, te juro que serás mía».

Scarpia, en presencia de la cantante, mandó torturar al pintor, sin pudor, y dio orden de fusilarle. Y, sin embargo, se atrevió a declararle:

«¿Qué te apena, dulcísima mía? Una rebelde lágrima resbala sobre tu linda carita. ¿Qué te sucede? Daría mi vida por suspender tu llanto».

Al punto se le ocurrió otra mejor estrategia para conquistarla y ofreció a la bella, sin tacto, este pacto: si le cediera, él, en contrapartida, impediría el fusilamiento de su enamorado.

«Se levantó el patíbulo para ejecutar a tu Mario. Y a causa de tu decisión ya sólo le queda una hora de vida… Oye el tambor y la escolta de los condenados».

«Te suplico de rodillas…» -le replicó Tosca pero Scarpia le apremió a que aceptara su componenda:

«Cede. El precio es ¡tan diminuto! yo te regalo una vida y sólo te pido un rato».

Tosca aceptó el injusto ajuste… dijo.

Gracias a su astuto plan el barón pretendía fornicar con la cantante mientras sus secuaces fusilaban al revolucionario. Se relamía de gusto. Su estrategia le permitiría jugar y ganar a dos paños: asesinando a su rival mientras gozaba de la soprano. Había negociado ¡tan habilidosamente!

«Tirito de amor. Alcanzaré la doble proa: para él el cadalso y para ella mis brazos».

El plan de Tosca no era menos astuto y conllevaba también la doble victoria. Lograría liberar a su amado pintor y no se ayuntaría con varón: el barón. Para conseguirlo había dado con la solución: asesinar al policía. Ella también había negociado ¡tan habilidosamente!

No sabían ninguno de los dos que toda victoria lleva consigo una derrota. En cuanto para ello un ser debe doblegar a otro.

En el ajedrez no es importante ganar, sino… no perder. Por ello los aficionados que desde fuera comprendieron sus reglas y su significado dijeron, con Marcel Duchamp, «la perfección en el ajedrez son las tablas».

El primer campeón del mundo Wilhem Steinitz combatía «contra Dios», hace exactamente cien años, en las aceras de Nueva York. Se servía de sus adoquines como escaques de tablero. Pero, por respeto por el Supremo Hacedor, le regalaba un peón. Cuando esto supo Fischer, comentó: «Enfrentarme con Dios sería un sueño. Lo que sí puedo decir, es que si me tocaran las blancas conseguiría las tablas». Y añadió, con razón, «sería la partida perfecta».

También las tablas y el empate son primicias anunciadoras de la paz. Esa paz que propusieron, como panacea a toda relación humana, Wittgenstein, Aristóteles, Horacio, Ovidio, Dante, Séneca, Platón, Zenón, Plutarco, con un mundo pacificado «hablando un solo idioma»;Tomás Moro con su «Utopía»; Tales de Mileto con su «Federación de pueblos jónicos»; Leibnitz con otra federación en la cual los «impacíficos» serían excomulgados; San Agustín con la «Ciudad de Dios»; Tolstoi con un mundo iluminado por el no matarás; Campanella con la «Ciudad del Sol»…

Tosca se sintió salvada: había arrancado al policía la promesa de que su adorado pintor no sería fusilado. Con las armas descargadas, se haría un simulacro de ejecución. Un salvoconducto redactado de mano de Scarpia le permitiría tras la parodia huir definitivamente con su enamorado.

Las estrategias de Scarpia y de Tosca se confunden y les confundieron una vez concluida la negociación. Decidido a vencer como ella Scarpia dio la orden de fusilar de verdad a su enemigo y mientras tanto pensaba refocilarse con su enamorada. Cuando más felices se las prometía se dirigió a la cantante para abrazarla y le dijo:

«Tosca, al fin mía». 

Acercó sus labios hacia los de su amada. Pero aprovechando el delirio  amoroso del policía, la cantante tunante  le clava el cuchillo en el pecho:

«Éste es el beso de la Tosca».

Corrió ella hacia el castillo de Sant’ Angelo para presenciar el falso fusilamiento de su amante. 

«¿Por qué tardan tanto?… ¿Qué esperan aún?… Esta angustia es eterna».

Le urgía que el pelotón disparara sus armas en blanco para huir con su enamorado. El oficial bajó el sable, Floria eufórica asistió al simulacro de ejecución. Al ver caer al revolucionario, proclamó: 

«¡Qué guapo es mi Mario!… ¡Qué bien  hace el muerto!… Es un artista…». (Temiendo que Cavaradossi por impaciencia se moviera, le susurró) «Espera  a que los soldados se vayan… No te muevas…».

Cuando el pelotón salió, corrió hacia el cuerpo tumbado de su enamorado:

« Ahora sí, Mario. Ven ya hacia mí».

Horrorizada, comprendió la verdad: 

«Tú muerto. ¿Qué será de tu pobre Tosca? ¡Oh! Mario ¡muerto! ¿Cómo es – posible?»… ¿Y qué otra cosa hubiera  sido… posible?

Desesperada, viendo el desastre de su estrategia, Tosca subió a las troneras.  del castillo de Sant’ Angelo y gritó: 

«¡Bandido! tú, Scarpia, ante mi Dios».

Y se suicidó precipitándose en el vacío.

Fue el tercer muerto de una historia de tan sólo tres personajes, que no pudo terminar peor. Transformando una de ópera en parábola. 

Dos estrategias descabelladas se enfrentaron en una negociación embustera. Scarpia y Tosca querían vencer al otro. El resultado, por falta de compromiso entre los dos protagonistas, fue mortal para todos. Una pequeña concesión por parte de cada uno hubiera podido permitir un final feliz o por lo menos salvarles la vida a los tres.

Por ello mis primeras palabras en mi carta pública al hombre que más daño me ha hecho (condenando a muerte a mi padre y prohibiendo mi obra) fueron: «Le escribo con amor».

¿Para qué vencer, convencer o derrotar? Cuánto mejor no sería unirse con el «enemigo» en un empeño superior.